Por Juan Luis Denegri Martinelli
El Lider Histórico del PPC y la mascota de dicho partido político al que pertenece nuestro columnista. |
El Partido Popular Cristiano el día de hoy se lanza con un equipo joven al Consejo Metropolitano de Lima. Creo que este es el marco ideal para referirme a lo que representa un partido que desde el 18 de diciembre de 1966 participa activamente en la vida política del país. Cada cierto tiempo tenemos que esclarecer conceptos para romper con los prejuicios y mentiras que se forman en esta cultura del pensamiento tweet.
El PPC es un partido socialcristiano, no es un partido conservador, ni empresarial y jamás representaría a la plutocracia. En esa misma línea si revisamos el ideario del partido, para entenderlo, encontraremos como primer punto lo siguiente:
El PPC es un partido socialcristiano, no es un partido conservador, ni empresarial y jamás representaría a la plutocracia. En esa misma línea si revisamos el ideario del partido, para entenderlo, encontraremos como primer punto lo siguiente:
1. Constituye misión irrenunciable hacer del Perú una sociedad comunitaria y proclamar el bien común como razón suprema de orden político.
Para el cumplimiento de la misión así de clara debemos ser vanguardistas y responsables. No existe espectro político que pueda encorsetar un programa cuyo fin es el bien común. En ese sentido el PPC ha propuesto siempre, con verdad y lucidez, las reformas estructurales que necesita el país. En ese proceso, no se trata de construir el desarrollo como contraposición de ricos contra pobres, empresas contra el Estado, sino más bien como la colaboración efectiva de todos los sectores para facilitar la concreción de toda propuesta en beneficio de los ciudadanos. Es así que esa concepción de sociedad, la sociedad comunitaria, es una en la cual se puedan conciliar la libertad y la justicia para lograr el ansiado bien común.
Creo que para ilustrar mejor el acervo concluiré esta breve columna con las palabras de Jacques Maritain:
"Para conservar la fe en la marcha hacia adelante de la humanidad, a pesar de todas las tentaciones de desesperar que nos proporciona la historia, y singularmente la historia contemporánea; para tener fe en la dignidad de la persona y en la humanidad común, en los derechos humanos y en la justicia, es decir, en valores esencialmente espirituales; para tener, no de un modo formal, sino en realidad misma, el sentido y el respeto de la dignidad del pueblo, que es una dignidad espiritual que se revela a quien la sabe amar; para sostener y avivar el sentido de la igualdad sin caer en un igualitarismo nivelador; para respetar a la autoridad, sabiendo que quien la detenta no es más que un hombre, como aquellos a quienes gobierna y que la tiene su cargo debido al consentimiento o a la voluntad del pueblo, de la que es vicario o representante; para creer en la santidad del derecho y en la fuerza de la justicia política, real aunque a largo plazo, ante los triunfos escandalosos de la mentira y de la violencia; para tener fe en la libertad y en la fraternidad, hace falta una inspiración heroica y una creencia heroica que fortifiquen y vivifiquen la razón y que nadie excepto Jesús de Nazaret ha incitado en el mundo."
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