Por Antonio Castañeda Cabanillas
Trujillo-Perú
Hasta hoy que escribo este artículo, la cifra se cuenta en diez muertos y 137 heridos desde el pasado 12 de Febrero en que se iniciaron las protestas en Venezuela por la angustiante situación económica, inseguridad y el restablecimiento de las libertades. No me costaría nada pues sumarme a la corriente popular que reclaman mayores protestas y agitación social para pedir la salida inmediata de Nicolás Maduro, pero considero que dada la situación que vive ese país no es lo más correcto. Creo en el poder de las movilizaciones ciudadanas, firmes y decididas –sobre todo las impulsadas por jóvenes- como método eficaz para ejercer presión a los gobiernos de turno reclamando cambios importantes en su política, o de ser el caso, su salida. La pregunta sería si en Venezuela, bajo este autoritarismo competitivo -o dictadura si lo prefieren- puede ocurrir cualquiera de estas dos situaciones como producto de las marchas y protestas generadas. Mi respuesta es que NO. En Venezuela, pase lo que pase, no habrá un cambio de rumbo significativo y menos se podrá derrocar a Maduro, por lo menos a corto plazo, aunque se desangre ese país.
Y en Venezuela no pasará nada por las siguientes razones. Primero: El Gobierno tiene una ligazón muy sólida con las Fuerzas Armadas que se mantienen fieles al mandatario, bajo la memoria de su fallecido líder Hugo Chávez –militar-, por tanto, la alternativa de un golpe de Estado Militar derivado de una presión insostenible de las masas hacia el gobierno es mínima. Y es que el rol de las fuerzas armadas en estos contextos y, en estos gobiernos, es determinante para decidir si apoyan o no al Presidente reprimiendo con suma violencia las protestas o le quitan su confianza y lo dejan caer. Recuérdese que Fujimori en el 2000 no cayó con la multitudinaria “Marcha de los 4 Suyos”, uno de las razones es que tenía el ominoso apoyo de las Fuerzas Armadas que hizo un uso execrable de la fuerza pública, de allí las 6 personas que fallecieron. Segundo: No es la primera vez que en Venezuela ocurren este tipo de movilizaciones con el fin de acabar con el Chavismo, tal vez gracias a las redes sociales, medios de comunicación internacional y las muestras de represión violenta y desproporcionada que vienen ocurriendo, han hecho que el impacto mediático de estas sea considerable en el mundo pero, por dar un ejemplo, en 2002 y 2007 ocurrieron manifestaciones similares y el resultado no terminó siendo positivo para la oposición, sino todo lo contrario, el Gobierno se fortaleció y se victimizó alegando que intentaron derrocar a un presidente elegido democráticamente.
Tercero: El Gobierno sabe muy bien que tiene el apoyo permanente y contundente de los sectores más pobres del país a los que distribuye mediante subsidios los recursos que recibe por la venta del petróleo, y que si fuese necesario también darían lucha en las calles para impedir la caída del régimen. Las movilizaciones de la oposición, aun siendo numerosas, tienen un gran problema: tienen un bajo apoyo de los sectores populares y son en buena cuenta protestas de sectores medios/altos. Cuarto: La oposición Venezolana, aún con la fuerza que ha demostrado en los últimos días, está debilitada hace varios años, no tiene aliados importantes en el sector empresarial –que lo ayuden a financiarse-, entre los militares en el gobierno –que cuestionen desde adentro a Maduro- y en los medios de comunicación nacional que permita difundir de extremo a extremo a todos los venezolanos lo que pasa realmente en su país, por tanto, no existen las herramientas que permitan llevar a cabo la dimisión por estos medios del gobierno, que es lo que se busca ahora.
Pero la división de Venezuela no es sólo entre el oficialismo y la oposición sino sobre todo en esta última, ya que Leopoldo López se ha erigido como el gran caudillo que alienta –ahora desde la cárcel- las marchas y movilizaciones populares exigiendo expresamente la salida del presidente de turno, por su parte, Henrique Capriles, la referencia opositora de los últimos años, considera que la salida para Venezuela estaría en la búsqueda del diálogo y no en el incremento de la agitación social con pedidos de dimisión. Como es previsible, la posición de Capriles me parece la más sensata, y pareciera pues que Leopoldo López estaría pensando más en sí mismo, en sus réditos políticos, antes que en una verdadera salida para su país. Un gobierno con autoritarismo competitivo –o si se prefiere dictadura- como el que rige en Venezuela, que se deslegitima día a día puede ser vencido fácilmente en las urnas bajo reglas democráticas pero más no por una sublevación –mayoritariamente de jóvenes- porque las condiciones hoy en día no están dadas para el único objetivo que las impulsa: lograr la dimisión del gobierno, por el contrario, continuar con esta dinámica de insurrección asegura el incremento del costo social. Si se piensa que esta es una posición muy moderada o irreal y que es contradictorio querer vencer a un gobierno cuasi dictatorial bajo los canales democráticos – los que normalmente no respeta- piénsese en otros gobernantes de parecida catadura que han dado un paso al costado, cuando nadie lo creía, siendo vencidos en las urnas: Pinochet en el referéndum de 1988 en Chile.
Por tanto, el camino no es pedir más movilizaciones con la previsible sangría que esta desataría, sino pedir EL DIÁLOGO, dialogo entre los líderes opositores Henrique Capriles - Leopoldo López con el oficialismo para restablecer la paz y el orden y asimismo exigirle tomar medidas para dar solución a los problemas de desabastecimiento e inseguridad –no creo que restablezca las libertades suprimidas-, que es razonablemente a lo que podría acceder Maduro. Tómese en cuenta que a estas alturas la oposición Venezolana ya ha sacado provecho político de la crítica situación económica que se vive allí, y los 150 mil votos que decidieron la última elección presidencial pueden a estas alturas haber pasado inexorablemente a las filas opositoras, con lo que pensar en una salida democrática –no sangrienta- a este régimen, es también por esto plausible. En Venezuela, el art.72 de la Constitución prevé el referéndum revocatorio para todos los cargos de elección popular, entre ellos el Presidente, siempre que haya transcurrido la mitad del periodo para el que fue elegido. Si la oposición capitaliza adecuadamente el descontento popular– aparentemente mayoritario- y continúa mostrando por qué Venezuela se está yendo al abismo, siendo que la crisis económica se agudizará por la terquedad del Gobierno en la política económica, los niveles de inseguridad siguen subiendo y el recorte de libertades será más drástico para contener la caída del régimen –manotazos de ahogado. Entonces, el 2016, la mitad del periodo de Maduro, es el momento propicio para dar una salida pacífica y democrática al presidente bolivariano, todo apunta a que es posible, hoy más que nunca Venezuela ha abierto los ojos, esperemos que no los cierre.
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